jueves, 14 de abril de 2011

Leyenda Sioux

Una antigua leyenda Sioux cuenta que, una vez, hasta la tienda del viejo brujo de la tribu , llegaron, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Viento rojo una de las más respetadas mujeres de la tribu..
-Nos amamos- dijo el joven.
-Y nos vamos a casar- siguió ella.
-Y tanto nos queremos que tenemos miedo.
-Así que queremos pedirte un hechizo, un conjuro, un talismán.
-Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos.
-Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.
-Por favor, repitieron, ¿hay algo que podamos hacer?
El viejo los miró y se emocionó de verlos tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra....
Hay algo…-dijo el viejo después de una larga pausa-; pero no sé. Es una tarea difícil y sacrificada.
-No importa- dijeron los dos. Lo que sea...
Bien -dijo el brujo-, Viento rojo, ¿Ves el monte al norte de nuestra aldea?
Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso
y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena.
¿Comprendiste?
La joven asintió en silencio...
Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo-, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más brava de todas las águilas; y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin herirla y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Viento rojo.
Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur…
El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves.
El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas.
Los jóvenes hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados.
Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe...
¿Volaban alto? preguntó el brujo.
-Sin duda, aquí están como lo pediste… ¿y ahora? -preguntó ella.
-¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
No -dijo el viejo-.
-¿Los cocinaremos y comeremos el valor de su carne? -preguntó el.
No -repitió el viejo- Hagan lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero.
Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron las aves.
El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse en el piso.
Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre ellas hasta lastimarse.
Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto.
Son ustedes, como un águila y un halcón: si se atan el uno al otro aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro.

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