jueves, 14 de abril de 2011

La Musicosophía

Cierra los ojos y escucha
Deja que las notas penetren en tu alma,
Mueve las manos al compás de la melodía y tararea despacio
Permite que se abra el camino hacia ti mismo

(Artículo de la escritora Ana Sabater)

MEDITACIÓN ACTIVA CON LA MUSICOSOPHÍA

 
La musicosophía podría ser definida como aquella práctica que enseña una escucha auténtica y consciente permitiendo así que la música influencie el desarrollo armónico de cada hombre o mujer y nos desvele su sabiduría.


Una técnica de meditación activa que nos aproxima a la vivencia real de un presente, enfocando la mente en el aquí y en el ahora, vibrando y sintiendo los acordes musicales como propios.

 
El método de musicosophía se basa en la escucha repetida, concentrada y reflexiva; que se transforma en un arte, y que incluye la expresión gestual con los brazos, llamada melorritmia, y el tarareo.


Su fundador es George Balan, musicólogo rumano, que dirige la Escuela Internacional para el Arte de la Escucha Musical Consciente, en un pueblo de la Selva Negra alemana llamado Sankt Peter. Este método de aproximación a la música ha recorrido desde 1979 un amplio y completo itinerario a través de Europa Occidental y América, desentrañando cada pieza musical y haciéndola propia en un sentir presencial y vivencial que nos aproxima a nuestra auténtica esencia.


¿QUIÉN DIJO QUE NO SE PODÍA PINTAR LA MÚSICA?
El método de la musicosophía consiste en la escucha consciente, al tiempo que se acompaña del movimiento corporal y de la voz mediante el tarareo. Una escucha que significa prestar atención a lo que se oye, y para ello ha de implicar la intención, la voluntad.


A través de la escucha repetitiva los sonidos se revelan como un idioma sin palabras, capaces de mostrar nuestras aptitudes musicales y posibilidades creativas, para llegar a sentir la vibración interior de cada tono, de cada nota musical en un estado consciente de presencia.


Para ello haremos una primera escucha con los ojos cerrados para que nuestra atención se focalice en la música. En ese primer acercamiento podremos expresar y evocar las sensaciones y sentimientos que nos despierta la música.

Pasaremos después a un análisis más concienzudo, para poder descubrir su estructura, como un organismo vivo y latente. Nos apoyaremos en el movimiento de nuestros brazos, ascensos, descensos, cambios bruscos, bucles, zigzags, pintaremos en el aire con pinceles invisibles los vaivenes de las notas que nos inundan. A continuación anotaremos en un papel estos movimientos, mediante dibujos simples haremos montañas y valles, sinuosas serpientes y profundas simas.


Por último llevaremos a cabo la escucha consciente, dinámica, la meditación interior, y estaremos aquí y ahora moviendo nuestros brazos, con el oído interno abierto a los ritmos cambiantes, nos dejaremos fluir y vibraremos con las notas, y seremos lo que el compositor quiso expresar, lo que el músico quiso interpretar y lo que nos acerca a nuestro interior.


Una vez finalizada la pieza, mientras aún resuenan los ecos de los últimos acordes, nos recogeremos en silencio, asimilando lo vivido en todos los aspectos. Tratando de descubrir la corriente energética de cada melodía y cada ritmo.


Una meditación dinámica que nos hará redescubrir las piezas de la música clásica desde otra perspectiva. ¿De dónde le vino la inspiración al compositor? Si le vino de esa sustancia intangible que nos hace avanzar, de ese yo profundo que forma parte de nuestro dios interior, allí penetraremos con esta técnica y trataremos de escuchar esa voz que nos habla en forma de arte musical.

INFO: Web alemana de musicosophía

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