martes, 5 de abril de 2016

El mito del fracaso

Puede que esto te tome de sorpresa, pero el fracaso es una ilusión.

Nadie fracasa en nada. Todo lo que haces produce un resultado. Si estás intentando aprender a atrapar una pelota y alguien te la tira y se te cae, no es que hayas fallado. Sencillamente, se ha producido un resultado. La pregunta real es qué hacer con los resultados que produces. ¿Te vas llorando por haber fallado atrapando la pelota, o dices “Tírame otra” hasta que terminas por atraparlas? 

El fracaso es un juicio. No es más que una opinión. Procede de tus miedos, que pueden ser eliminados con amor. Amor por ti mismo. Amor por lo que haces. Amor por los demás. Amor por tu planeta. Cuando tienes amor dentro de ti, el miedo no puede sobrevivir. Reflexiona acerca del mensaje que hay en esta antigua sabiduría: “El miedo llamó a la puerta. El amor contestó, y no había nadie”.

Esa música que oyes en tu interior, urgiéndote a que asumas riesgos y persigas tus sueños es tu conexión intuitiva con el propósito que hay en tu corazón desde que naciste. Sé entusiasta en todo lo que hagas. Ten esa pasión, sabiendo que la palabra “entusiasmo” significa literalmente “El Dios (enthos) interior (iasm)”. La pasión que sientes es Dios dentro de ti, que está picoteándote para que te arriesgues y seas la persona que eres.

Me he dado cuenta de que los riesgos que se perciben no son para nada tales riesgos, una vez que transciendes tus miedos y dejas que entren en ti el amor y el respeto por ti mismo. Cuando produces un resultado del que los demás se ríen, a ti también te da la risa. Cuando te respetas a ti mismo, tropezar te permite reírte de ti mismo como tropezador ocasional. Cuando te amas y te respetas a ti mismo, la desaprobación de alguien no es nada que haya que temer o evitar.


El poeta Rudyard Kipling declaró: “Si puedes alcanzar el triunfo y el desastre, y tratas a esos dos impostores por igual… Tuyo son el corazón y todo lo que hay en él”. La palabra clave aquí es “impostores”. No son reales. Sólo existen en la imaginación de la gente.

Sigue a tu cerebro derecho, escuchando cómo te sientes e interpretando tu propio y exclusivo estilo musical. No tienes que temer a nada ni a nadie, y no volverás a sentir jamás ese terror a estar yaciendo algún día en tu lecho de muerte diciendo: “¿Y qué pasa ahora si toda mi vida he estado equivocado?”. El compañero invisible que está sobre tu hombro derecho te va a pinchar cada vez que te estés apartando de tu propósito. Te va a obligar a que tomes conciencia de tu música. Así que escúchalo, y no te mueras sin haber sacado afuera tu música.

Dr. Wayne Dye

viernes, 5 de febrero de 2016

El Silencio Interno - Carlos Castaneda

"Don Juan definió el silencio interno como un estado peculiar de ser en que los pensamientos se cancelan y uno puede funcionar a un nivel distinto al de la conciencia cotidiana. Hizo hincapié en que el silencio interno consistía en suspender el diálogo interno -el compañero perenne del pensamiento- y debido a eso, era un estado de profunda quietud.

-Los antiguos chamanes -dijo don Juan- le llamaron silencio interno porque es un estado en el cual la percepción no depende de los sentidos. Lo que funciona durante el silencio interno es otra facultad que posee el hombre, una facultad que hace de él un ser mágico.

“Siguiendo los racionalismos de los chamanes del México antiguo, don Juan declaró categóricamente que el silencio interno se amontonaba, se acumulaba. En mi caso, luchaba para guiarme a construir un núcleo de silencio interno dentro de mí, y luego añadir a él, segundo a segundo, cada vez que lo practicara. Me explicó que los chamanes del México antiguo descubrieron que cada individuo tenía un umbral diferente de silencio interno en cuanto a tiempo, es decir, que el silencio interno debe ser mantenido por cada uno de nosotros durante el período de tiempo de nuestro umbral específico antes de que funcione.

“-El silencio interno funciona desde el momento en que empiezas a acumularlo -contestó-. Los chamanes andaban detrás del dramático resultado final, el de alcanzar ese umbral individual de silencio. Algunos practicantes muy talentosos necesitan sólo unos cuantos minutos de silencio para llegar a esa codiciada meta. Otros, menos talentosos, necesitan largos períodos de silencio, quizás más de una hora de quietud completa, antes de llegar al resultado tan deseado. El resultado deseado es lo que los antiguos chamanes llamaban detener el mundo, el momento en que todo lo que nos rodea cesa de ser lo que siempre ha sido.

“Ése es el momento en que los chamanes regresan a la verdadera naturaleza del hombre -siguió don Juan-. Los antiguos chamanes también le llamaban libertad total. Es el momento en que el hombre esclavo se convierte en el hombre, el ser libre, capaz de proezas de percepción que son un desafío a nuestra imaginación linear.

“-Los chamanes necesitan un punto de ruptura para que el funcionamiento del silencio interno empiece -dijo don Juan-. El punto de ruptura es como el mortero que mete el albañil entre los ladrillos. Es sólo cuando se endurece el mortero que los ladrillos sueltos se vuelven una estructura.

“Cada chamán que conozco, hombre o mujer, en un momento u otro llega al punto de ruptura de su vida.

-¿Quiere usted decir que sufren algo así como una crisis mental? -pregunté.

-No, no -dijo, riéndose-. Las crisis mentales son para aquellas personas que se entregan a sí mismas. Los chamanes no son personas. Lo que quiero decir es que, en un momento dado, la continuidad de sus vidas tiene que romperse para que se establezca el silencio interno y se haga una parte activa de sus estructuras.

“Es muy, muy, importante -siguió don Juan-, que tú mismo deliberadamente llegues a ese punto de ruptura, o que lo crees, artificiosamente, inteligentemente.

-¿Qué quiere decir con eso, don Juan? -le pregunté, atrapado por su intrigante razonamiento.

-Tu punto de ruptura -dijo-, es descontinuar tu vida tal como la conoces.
“-Creo que todo se reduce a un acto -dijo-. Tienes que dejar a tus amigos. Tienes que despedirte de ellos para siempre. No es posible que continúes en el camino del guerrero cargando contigo tu historia personal y a menos que descontinúes tu manera de vida, no voy a poder seguir con mi instrucción.

-Momento, momento, momento, don Juan -dije-. Tengo que frenarlo. Me pide usted que haga algo demasiado difícil. Para serle muy sincero, no creo que pueda hacerlo. Mis amigos son mi familia, mis puntos de referencia.

-Precisamente, precisamente -comentó-. Son tus puntos de referencia. Por consecuencia, tienen que irse. Los chamanes tienen un solo punto de referencia: el infinito.”

Fragmento de "Las Enseñanzas de Don Juan" 
Autor: Carlos Castaneda

¿Cómo evitamos que surja la negatividad?

"¿No podría una emoción negativa contener también un mensaje importante? Por ejemplo, si a menudo me siento deprimido, puede ser una señal de que algo anda mal en mi vida y puede forzarme a mirar mi situación vital y hacer algunos cambios. Así que necesito escuchar lo que la emoción me está diciendo y no rechazarla simplemente como negativa.

Sí, las emociones negativas recurrentes a menudo contienen un mensaje, lo mismo que las enfermedades. Pero cualquier cambio que usted haga, sea que tenga que ver con su trabajo, con sus relaciones o con lo que lo rodea, es en últimas sólo cosmético a menos que surja de un cambio en su nivel de conciencia. Y en cuanto a esto, sólo puede significar una cosa: volverse más presente. Cuando usted ha alcanzado cierto nivel de presencia, no necesita la negatividad para decirle lo que es necesario en su situación vital. Pero mientras la negatividad esté ahí, úsela. Úsela como una especie de señal que le recuerde estar más presente.

- ¿Cómo evitamos que surja la negatividad y cómo nos libramos de ella cuando aparece?

Como dije, evite que surja estando completamente presente. Pero no se desanime. Hay aún pocas personas en el planeta que pueden mantener un estado de presencia continua, aunque algunos están cerca de ello.Pronto, creo, habrá muchos más.

Siempre que se dé cuenta de que ha surgido alguna forma de negatividad en usted, mírela no como un fracaso sino como una señal útil que le dice: "Despierta. Sal de la mente. Vive el presente".

Hay una novela de Aldous Huxley titulada La Isla, escrita en sus últimos años, cuando se interesó mucho en las enseñanzas espirituales. Cuenta la historia de un náufrago en una isla remota separada del resto del mundo. Esta isla contiene una civilización única. Lo inusual de ella es que sus habitantes, al contrario de los del resto del mundo, son realmente cuerdos. La primera cosa que el hombre nota son unos papagayos coloridos encaramados en los árboles, que continuamente cotorrean las palabras "Atención. Aquí y Ahora. Atención. Aquí y Ahora". Luego nos enteramos de que los isleños les han enseñado estas palabras para que les recuerden constantemente mantenerse presentes.

Así que siempre que sienta la negatividad surgiendo en usted, causada por un factor externo, por un pensamiento o por nada en particular de lo que sea consciente, véala como una voz que le dice "Atención. Aquí y Ahora. Despierta". Incluso la más leve irritación es significativa y debe ser reconocida y observada; en caso contrario, habrá una acumulación de reacciones no observadas. Como dije antes, usted puede ser capaz de soltarla una vez se dé cuenta de que no quiere tener este campo de energía dentro de usted y de que no sirve para nada. Pero entonces asegúrese de que la suelta completamente. Si no puede hacerlo, acepte que está ahí y ponga su atención en ese sentimiento, como señalé anteriormente.

Como alternativa a abandonar una reacción negativa, puede hacerla desaparecer imaginando que usted se hace transparente a la causa externa de la reacción. Le recomiendo que practique esto al principio con cosas pequeñas, incluso triviales. Digamos que está sentado tranquilamente en casa. De repente se oye el sonido penetrante de la alarma de un auto al otro lado de la calle. Surge la irritación. ¿Qué sentido tiene la irritación? Ninguno en absoluto. ¿Por qué la creó usted? No lo hizo, fue la mente. Fue totalmente automático, totalmente inconsciente. ¿Por qué la creó la mente? Porque tiene la creencia inconsciente de que su resistencia, que usted experimenta como negatividad o infelicidad de alguna forma, disolverá en alguna medida la condición indeseable. Esto, por supuesto, es un engaño. La resistencia que crea, la irritación o ira en este caso, es mucho más perturbadora que la causa original que está tratando de disolver.

Todo esto puede transformarse en práctica espiritual. Siéntase a sí mismo volviéndose transparente, como quien dice, sin la solidez de un cuerpo material. Ahora permita que el sonido, o lo que sea que cause la reacción negativa, pase a través de usted. Ya no golpeará una "pared" sólida dentro de usted. Como dije, practique con cosas pequeñas primero. La alarma del auto, el perro que ladra, los niños que gritan, la congestión de tráfico. En lugar de tener un muro de resistencia dentro de usted que es golpeado constante y dolorosamente por las cosas que "no deberían estar sucediendo", deje que todo pase a través de usted.

Alguien le dice algo indelicado o con la intención de molestarlo. En lugar de tener una reacción negativa inconsciente, como ataque, defensa o repliegue, permita que pase a través de usted. No ofrezca resistencia. Es como si ya no hubiera nadie ahí que pudiera ser herido. Eso es el perdón.En esa forma, usted se vuelve invulnerable. Usted puede decirle a esa persona de todos modos que su conducta es inaceptable, si eso es lo que escoge hacer. Pero esa persona ya no tiene el poder de controlar su estado interior. Usted está entonces en su propio poder, no en el de la otra persona, y tampoco está gobernado por su mente. Se trate de una alarma de auto, una persona descortés, una inundación, un terremoto o la pérdida de todas sus posesiones, el mecanismo de resistencia es el mismo.

- He practicado la meditación, he ido a talleres, he leído muchos libros sobre espiritualidad, intento estar en un estado de no resistencia, pero si usted me pregunta si he encontrado paz interior verdadera y duradera, honestamente debo contestar que no. ¿Por qué no la he encontrado? ¿Qué más puedo hacer?

Todavía está buscando afuera, y no puede salir del estado de búsqueda. Quizá el próximo taller tendrá la respuesta, quizá esa nueva técnica. Yo le diría: no busque paz. No busque ningún otro estado que ese en el que se encuentra ahora; de lo contrario, establecerá un conflicto interior y una resistencia inconsciente. Perdónese a sí mismo por no estar en paz. En el momento en que usted acepte completamente su falta de paz, se transmutará en paz. Ese es el milagro de la entrega.

Usted puede haber oído la frase "ponga la otra mejilla", que un gran maestro de la iluminación usó hace dos mil años. Estaba tratando de comunicar simbólicamente el secreto de la no resistencia y la no reacción. En esa afirmación, como en todas las otras que hizo, se refería sólo a su realidad interior, no a la conducta externa de su vida.

¿Conoce la historia de Banzan? Antes de convertirse en un gran maestro Zen, pasó muchos años en la búsqueda de la iluminación, pero esta lo eludía. Entonces un día, cuando caminaba por el mercado, oyó una conversación entre un carnicero y su cliente. "Déme el mejor trozo de carne que tenga", decía el cliente. Y el carnicero replicó: "Todos los trozos de carne que tengo son el mejor. No hay un trozo de carne aquí que no sea el mejor". Al oír esto, Banzán se iluminó.

Veo que espera una explicación. Cuando usted acepta lo que es, todo trozo de carne -todo momento- es el mejor. En eso consiste la iluminación."

Extracto del libro "El Poder del Ahora"
Autor: Eckhart Tolle

martes, 2 de febrero de 2016

Los consejos de Jorge Bucay para ser feliz

Consejos de Bucay…

Los deseos de cambio vienen de tí.

Bendiciones

Tammy.





Sanación Ancestral

INICIANDO LA SANACIÓN

La sanación ancestral da inicio con la aceptación de las heridas que hemos heredado de nuestro linaje, que existen, que están impresas en nuestra genética, en nuestra memoria ancestral. Reconocimiento.
Preguntarnos qué hacer, dónde o cómo, de acuerdo a mi ser, es muy personal, único y el lugar donde ir a buscar respuestas es en nuestro ser nterior, no hay otro lugar donde comenzar la sanación.
Algunas personas quizás decidan prender velas, usar cristales, hacer un taller, buscar ayuda de un chamán que señale un camino a seguir…
Así surgen preguntas, Si no existiese un gurú? Si la forma no estuviera escrita? Cómo hacerlo? 
Queridos míos, tenemos la mejor de las herramientas, la consciencia; nuestro ser; nuestra esencia despierta, nuestra resolución de ser distintos, no mejores que otro, sencillamente mejores que lo que fuimos nosotros mismos ayer. El sólo hecho de enfocar nuestros pensamientos y aciones en sanar, cambiar, mejorar ya es el primer paso en el camino de la sanación.
Nuestro ser interno, nuestra esencia, contiene todas y cada uno de las respuestas que requerimos. Por tanto, el trabajo debe enfocarse en descubrirnos, en silenciar nuestra alharaca mental y centrarnos en escucharnos, sentirnos, reconocernos, amarnos.
Reencontrarnos con nuestro ser interior va abriendo camino a la sanación. Sea que hayamos conocido la historia familiar o no. Reconoceremos las heridas por la recurrencia en nuestras vidas, en nuestro entorno. Las veremos en esas situaciones que se repiten una y otra vez ya sea en nosotros o en nuestro círculo familiar, nuestro círculo karmático.
Les dejo una oración de autor anónimo, amorosa y reconciliadora.
Orar es hablar con Dios, Meditar es escuchar sus respuestas…
Medita, atento a tu intuición.
Bendiciones y amor!
Tammy

Imagen tomada de la web. 
Autor: Gina Livingston Murray.

Oración Sanación Ancestral
Hago una profunda reverencia ante mis ancestros.
Abrevo del agua que ellos bebieron,
Flotando en fuentes curativas
Con pétalos de flores
Y hiervas sagradas
Restauradas a la luz de la luna
Me adentro en esta tierra donde ellos danzaron
Ellos que conocieron el ciclo de retorno
Y que cultivaron el jardín desde la simiente al fruto, a la flor
Habito la sabiduría de este cuerpo que ellos crearon
Me inclino profundamente ante mí misma
Y escucho las sagradas bendiciones que viajaron a través de ellos
Mi corazón más hondo brilla con su radiante bendición.
Madre Divina me presento ante ti, como la hija que necesita ser perdonada y escuchada y en mi a todas las mujeres de mi familia y en ellas a todas las mujeres del planeta.
Madre necesito de tu ayuda para que mi salud tanto física, emocional, psicológica, mental e incluso espiritual se alineen en tu perfección divina, te pido Madre liberes mi ADN de la carga de desamor y otras energías nocivas de mis ancestros, que pueden verse reflejadas en enfermedades, malas relaciones, carencias en general o cualquier otra memoria dolorosa.
Cuando tu Madre eres Abundancia y Plenitud. Te pido que de esta manera sean liberadas siete generaciones para adelante y siete para atrás, que sean cancelados así todos los contratos que aún limitan nuestra vida e impiden tomar contacto definitivo con nuestro origen Divino.
De la misma manera yo como tu hija perdono definitivamente a cada uno de mis ancestros vivos o muertos de mi árbol familiar que me hayan lastimado a mi o a mis seres queridos o cuyo accionar hayan traído sufrimiento y negatividad a nuestro presente.
Amor y Paz más allá de todo entendimiento
Bendiciones

miércoles, 27 de enero de 2016

Las experiencias son heredadas a través del ADN

"Genetistas afirman que las experiencias de nuestros antepasados se heredan a través del ADN
Vamos a plantear una pregunta con cierta ingenuidad: ¿cómo sabe el ADN humano dónde colocar sus piezas para crear exactamente un ser humano particular?

No hablamos de un individuo de la especie humana sino a una persona concreta, hijo o hija de ciertos padres, descendiente de cierta genealogía. De primera impresión podríamos pensar que la naturaleza trabaja sobre un cuadro básico de ingredientes, los cuales apenas sufren modificaciones a lo largo del tiempo. Pero según la investigación de un par de biólogos canadienses, las historias de vida (hábitos, estados emocionales, traumas psicológicos) de nuestros descendientes modifican y otorgan a nuestro material genético un grado extra de precisión.

La historia resumida comienza así: un neurólogo y un biólogo entran a un bar, toman un par de tragos y hablan con ligereza de sus respectivas líneas de investigación –al salir han creado un nuevo campo de la genética. Aunque no lo crean, esto es lo que les ocurrió en un bar de Madrid a Moshe Szyf (biólogo molecular y genetista de la McGill University en Montréal) y a su amigo Michael Meaney, neurobiólogo de la misma universidad.

Desde la década de los 70, los genetistas saben que el núcleo de las células utiliza un componente estructural de las moléculas orgánicas, el metilo, para saber qué piezas de información hacen qué –por decirlo así, el metilo ayuda a la célula a decidir si será una célula del corazón, del hígado o una neurona. El grupo metilo opera cerca del código genético, pero no es parte de él. Al campo de la biología que estudia estas relaciones se le llama epigenética, pues a pesar de que se estudian fenómenos genéticos, estos ocurren propiamente alrededor del ADN.

Los científicos creían que los cambios epigenéticos se producían sólo durante la etapa del desarrollo fetal, pero posteriores estudios demostraron que de hecho algunos cambios en el ADN adulto podían resultar en ciertos tipos de cáncer. En ocasiones los grupos metilo se ajustan al ADN debido a cambios en la dieta o a la exposición a ciertas sustancias; sin embargo, el verdadero descubrimiento comenzó cuando Randy Jirtle de la Universidad de Duke demostró que estos cambios podían ser transmitidos de generación en generación.

Si esta jerga genetista es ardua para algunos, digamos que Szyf y Meaney simplemente desarrollaron una innovadora hipótesis mientras tomaban un par de cervezas: si la alimentación y los químicos podían producir cambios epigenéticos, ¿era posible que experiencias como el estrés o el abuso de drogas también pudieran producir cambios epigenéticos en el ADN de las neuronas? Esta pregunta fue el punto de partida para un nuevo campo en el estudio de la genética: la epigenética conductual.

Según este nuevo enfoque, las experiencias traumáticas de nuestro pasado así como las de nuestros ancestros inmediatos dejan una suerte de heridas moleculares adheridas a nuestro ADN. Cada raza y cada pueblo, así, llevaría inscrito en su código genético la historia de su cultura: los judíos y la Shoah, los chinos y la Revolución Cultural, los rusos y los GULAG, los inmigrantes africanos cuyos padres fueron perseguidos en el sur de Estados Unidos, o bien una infancia de maltratos y padres abusivos –todas las historias que podamos imaginar están influías por nuestros antecesores.

Desde este punto de vista, las experiencias de nuestros ancestros modelan nuestra propia experiencia de mundo no solamente a través de la herencia cultural sino a través de la herencia genética. El ADN no cambia propiamente, pero las tendencias psicológicas y de comportamiento se heredan: así, puede que no sólo tengas los ojos de tu abuelo, sino también su mal carácter y su tendencia a la depresión.
Así como la magia y las terapias psicodramáticas afirman que para curar a una persona es preciso revisar su árbol genealógico, la genética actual comienza a abrirse paso en un nuevo campo que podría hacer que las “maldiciones familiares” sean cosa del pasado."

Edgar Mendizabal

Conseiller en Descodificación Biológica.


lunes, 25 de enero de 2016

El hombre busca su libertad guiado por sus ancestros

Entrevista con 
Anne Ancelin-Schützenberger
Revista Nouvelles Clés (1999)

Antigua resistente, tanto teórica como mujer de acción, abierta a todas las innovaciones, psicoanalista, analista de grupo – una de las primeras terapeutas que utilizó el psicodrama de Moreno en Francia – y profesora emérita de psicología en la universidad de Niza, donde dirigió durante más de veinte años el Laboratorio de psicología social y clínica, en otro tiempo colega de Jacques Lacan y de Françoise Dolto, se convirtió en una celebridad en el mundo entero cuando, habiendo ya comenzado la segunda mitad de su vida, publicó un libro que iba a convertirse en un best-seller: “¡Ay mis ancestros!”

“Somos menos libres de lo que creemos, dice Anne Ancelin, pero tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino repetitivo de nuestra historia si comprendemos los complejos vínculos que se han tejido en nuestra familia”.

¿Sú método?

La «Terapia transgeneracional psicogenealógica contextual», cuya misión primera es estrechar el cerco de nuestras «lealtades invisibles» que nos obligan a «pagar las deudas» por nuestros ancestros, lo queramos o no, lo sepamos o no. Como escribe en ¡Ay mis ancestros!: “La vida de cada uno de nosotros es una novela. Vosotros, yo, vivimos prisioneros de una invisible tela de araña de la que también somos uno de los directores. Si enseñáramos a nuestro tercer oído, a nuestro tercer ojo, a comprender mejor, a oír, a ver estas repeticiones y estas coincidencias, la existencia de cada uno de nosotros sería más clara, más sensible a lo que somos, a lo que deberíamos ser. ¿Podemos escapar de esos hilos invisibles, de esas «triangulaciones», de esas repeticiones?

Nouvelles Clés: usted es psicoanalista, pero cuando recibe a un paciente, se interesa muy poco en su historia individual: le pide que le dé informaciones sobre la vida de sus ancestros. Le hace que escriba fechas. ¿Cómo ha llegado a transformar así el desarrollo de la cura?

Anne Ancelin Schützenberger: en los años setenta, iba a analizar a domicilio a una joven sueca de treinta y cinco años que estaba desahuciada por el cáncer. Los médicos acababan de amputarle una parte del pie y se preparaban, impotentes, a amputar todavía más. Ya que yo era psicoanalista, pedí a esta mujer que dejara libre su mente y me contara todo lo que pasaba por su cabeza. Como ya sabe, este ejercicio habría podido desarrollarse durante diez años. Había el retrato de una mujer joven en la pared del salón. Mi paciente me dijo que se trataba de su madre, muerta de cáncer a la edad de treinta y cinco años. Y bueno, no sé porqué, ese día, esta doble coincidencia de edad y enfermedad me dejó estupefacta. De pronto tuve la impresión de que esta mujer se había programado para caer enferma a la misma edad en que su madre había muerto de cáncer.

N. C.: ¿Qué le impedía pensar en la enfermedad como una simple casualidad?, ¿o más bien como una transmisión genética?

A. A.-S.: Esa es la dificultad que se plantea para todo lo que incumbe al inconsciente, invocar como una causa el azar. En cuanto a la genética, difícilmente podía hacer coincidir las fechas hasta ese punto. Sobre todo porque esta historia me recordó inmediatamente otra… Me acordé de que un día mi hija me había dicho: ”¿Te das cuenta mamá?, eres la mayor de dos niños y el segundo está muerto; papá es el mayor de dos hijos y el segundo está muerto; yo soy la mayor de dos hijos y el segundo está muerto”. Esto había sido una primera conmoción. Esta vez, me dije que iba a verificar con otros pacientes lo que intuía respecto a esta mujer. Les pedí a todos que dibujaran su árbol genealógico y, si era posible, indicaran bajo el nombre de los ancestros los momentos más importantes de la historia familiar. Tuberculosis del abuelo, matrimonio de la madre, accidente de coche del padre. También les pedí que pusieran la edad y la fecha en las que se habían producido tales acontecimientos. Los árboles genealógicos me revelaron repeticiones asombrosas: una familia en la que las mujeres, leucémicas, morían durante tres generaciones en el mes de mayo; una sucesión de cinco generaciones en la que las mujeres se volvían bulímicas a la edad de trece años; una genealogía en la que los hombres eran víctimas de un accidente de coche el día de la primera vuelta a clase de su primer hijo.

Estará de acuerdo en que sería demasiada osadía ver la acción de la casualidad en las familias en las que se encuentran, en cada generación, las mismas fechas de nacimiento, el mismo número de matrimonios en los hombres y siempre a la misma edad… En cuanto a la herencia genética, ¿cree que un accidente de coche pueda transmitirse a través del ADN?

N. C.: ¿Cómo pueden explicarse tales repeticiones? ¿Por qué repetimos cosas vividas por nuestros padres o por nuestros ancestros?

A. A.-S.: Repetir los mismos hechos, fechas o edades que han conformado el drama familiar de nuestros ancestros es para nosotros una manera de honrarlos y de serles leales. Esta lealtad es la que empuja a un estudiante a suspender un examen, con el deseo inconsciente de no estar por encima de su padre socialmente, o a seguir siendo fabricante de instrumentos de música de padre a hijo o, para las mujeres de una misma línea genealógica, casarse a los dieciocho años para dar a luz a tres hijos y, si es posible, niñas…

A veces, esta lealtad sobrepasa los límites de lo verosímil: ¿conoce la historia de la muerte del actor Brandon Lee? Le mataron durante un rodaje porque, desafortunadamente, alguien había dejado olvidada una bala en un revólver que debía estar cargado con balas de fogueo. Ahora bien, justo veinte años antes de ese accidente, su padre, el famoso Bruce Lee, había muerto en pleno rodaje, de una hemorragia cerebral, durante una escena en la que debía interpretar el papel de un personaje muerto accidentalmente por un revólver que debería haber estado cargado con balas de fogueo…

¡Estamos literalmente impulsados por una poderosa e inconsciente fidelidad a nuestra historia familiar y tenemos una gran dificultad para inventar algo nuevo en la vida! En algunas familias, vemos que se repite el síndrome de aniversario – en forma de enfermedades, muertes, abortos naturales o accidentes – en tres, cuatro, cinco o a veces ocho generaciones. Pero hay una razón más intrincada por la cual repetimos enfermedades, así como accidentes de nuestros ancestros. Si tomamos cualquier árbol genealógico, vemos que está repleto de muertes violentas y adulterios, de anécdotas secretas, de bastardos y de alcohólicos. Estas son cosas que se ocultan, heridas secretas que no se quieren mostrar.

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando, por vergüenza o por conveniencia, no hablamos del incesto, de una muerte sospechosa, de los fallos del abuelo? El silencio que se haga sobre un tío alcohólico, creará una zona de sombra en la memoria de un hijo de la familia, quien para colmar ese vacío y rellenar las lagunas, repetirá en su cuerpo o en su existencia el drama que se le intenta ocultar. En una palabra, será alcohólico como su tío.

N. C.: ¿Pero esta repetición supone que ese chico sepa algo de esta vergüenza familiar y que haya oído algo sobre su desgraciado tío… verdad?

A.A.-S.: ¡Por supuesto que no! La vergüenza no necesita evocarse en absoluto para pasar la barrera de las generaciones y venir a perturbar un eslabón débil de la familia. Voy a darle un ejemplo de una niña de cuatro años que, en sus pesadillas, se ve perseguida por un monstruo. Se despierta por la noche tosiendo y, cada año, por la misma fecha, su tos degenera en una crisis asmática. Es el 26 de Abril, me dice la madre. Yo conozco las fechas de la historia de Francia (muchos traumatismos ancestrales encuentran su origen en las persecuciones o en los campos de batalla). El 26 de Abril de 1.915, las tropas alemanas lanzaron por primera vez gas tóxico sobre las líneas francesas. Después, miles de “peludos” (militares franceses de la primera guerra mundial, ya que no podían afeitarse) perecieron asfixiados. El hermano del abuelo era uno de esos soldados. Le pido a la niña que dibuje el monstruo que ve en sus pesadillas. Ella dibuja con un lápiz lo que llama ¡“unas gafas de submarinismo con una trompa de elefante”! ¡Era una máscara de gas de la guerra de 1914- 1918! Sin embargo nunca había visto una máscara de gas y nunca le habían dicho nada sobre la asfixia del abuelo. Pues bien, a pesar de todos esos obstáculos, la información pudo pasar. ¿Cómo? Quizá por el hecho de querer evitarlo. El recuerdo del muerto mal enterrado creó en la madre una zona de sombra en la que se ocultó el dolor. Hipótesis: a lo largo de su vida, habrá habido lagunas en la forma de hablar de esta mujer; cada vez que haya encontrado la ocasión de pensar en la brutal muerte de su abuelo (una foto familiar, una imagen de guerra en la televisión), habrá manifestado una conmoción que, sin duda, se habrá expresado primero en la mirada, en la voz o en las actitudes más que en el contenido de las palabras que habría podido quizá intercambiar. Habrá evitado ver cualquier película de guerra… Habrá hablado mal de Bélgica… Habrá tenido miedo del gas…

N. C.: O sea, que esos soslayamientos pueden transmitir una información “de manera indirecta”. ¡¿Pero pueden alcanzar tal grado de precisión que lleguen a grabar la imagen fotográfica de una máscara de gas en las pesadillas de la niña?!

A. A.-S.: Yo no pienso que sea eso lo que ha pasado entre esta madre y su hija. Más bien creo que lo que tiene lugar aquí es una comunicación de inconsciente a inconsciente.

N. C.: ¿Quiere decir que las imágenes, o los secretos de familia, pasan de una generación a otra por telepatía?

A. A.-S.: No. Por la unidad dual madre-niño. Creo que durante su desarrollo en el útero, el niño sueña como sueña su madre y que todas las imágenes del inconsciente maternal y del coinconsciente familiar pueden impresionar de esta manera la memoria del niño que va a nacer. Esta hipótesis todavía no ha dado lugar a ninguna exploración científica seria. ¡Sin embargo, nos va en ello la salud!

N. C.: La fidelidad a nuestros ancestros nos gobernaría… Nuestro inconsciente nos impulsaría a honrarla y, para ello, utilizaría medios sorprendentes: provocar un cáncer, enviarnos bajo las ruedas de un coche. ¿Se podría explicar esto en términos médicos?

A. A.-S.: En realidad, esta forma de maldición viene de un mecanismo que la medicina conoce cada vez mejor. Toda muerte o idea de muerte provoca en el hombre una depresión. Perder su propia casa o su empleo supone también un duelo. Al entrar en la tristeza del duelo se disminuye la inmunología. Muchas personas piensan de una forma totalmente inconsciente que van a morir a una edad concreta: “Mi madre murió a los treinta y cinco años y yo no sobrepasaré esa edad”, se dice la mujer. A la edad prevista, cae en una depresión que debilita su sistema inmunitario hasta el punto de dar lugar a un cáncer. Es el mismo mecanismo para el accidente de coche: cuando llega la fecha aniversario de un traumatismo olvidado en la familia, alguien puede empezar a arriesgarse de manera insensata y el accidente, evidentemente, se produce. El inconsciente se encarga de todo eso, como si fuera un reloj invisible.

N. C.: ¿Puede evitarse? ¿Se puede salir de la repetición para nacer libremente a la propia historia?

A. A.-S: Para curarse de la repetición, primero hay que ser consciente de ella. Recuerde la joven sueca. Cuando la ayudé a darse cuenta de que si sucumbía a su cáncer, no habría ya nadie para poner flores en la tumba de su madre, se operó un cambio radical en su enfermedad. Dejó de tener síntomas, volvió a gozar de más energía y a coger peso, recuperó su trabajo y una vida normal. Si el origen del mal está cerca de la consciencia, visualizar el árbol genealógico y darse cuenta de la repetición, pueden liberar al enfermo del peso de las lealtades familiares inconscientes. Personalmente, únicamente haciendo que alguien dibuje su árbol genealógico, llego a poner al día en seis horas lo que podía hacer antes en diez años cuando una persona estaba en el diván! Obtengo un diagnóstico casi inmediato. Pero ello no exime del trabajo necesario con los sueños y las asociaciones de pensamientos que forman parte de la cura analítica. Y a veces también sucede que el secreto está tan escondido que la toma de conciencia no da nada. Entonces hay que recurrir al psicodrama. Porque éste ayuda a revivir la emoción de lo que se ocultó y a borrar la tensión que ha podido nacer entre lo que se nos oculta y lo que, de todas maneras, hemos presentido. Hablar, llorar, gritar, golpear, previenen la conversión de la enfermedad psíquica en síntoma somático. Por ello se necesita ponerlo en escena, representarlo. Durante una consulta, puedo invitar a un hombre a tocar la trompeta en un episodio sangriento de la batalla de Sedan, de pie en la alfombra, al lado del diván. Hago que interprete la muerte del bisabuelo en el campo de batalla.

N. C.: El siglo XX ha sido el siglo de las hecatombes. Por primera vez en nuestra historia, millones de hombres han sido enterrados – a menudo sin sepultura – lejos de su tierra natal y lejos de sus ancestros. ¿Se podría hablar aquí de un enorme malestar transgeneracional en nuestra civilización?

A. A.-S.: Cuando se sabe que un muerto mal enterrado impide que se pueda realizar debidamente el duelo en la familia, es fácil imaginar que una hecatombe pueda generar un inmenso malestar en nuestra civilización, en efecto. Y no cuento los hijos de los judíos deportados a los campos de concentración que sufren crisis asmáticas, eczemas y violentas jaquecas en las fechas aniversario de la deportación. Creo que un trabajo terapéutico puede hacerse también a escala de los pueblos y naciones. Cuando un ancestro ha sufrido, es fundamental para la descendencia que su dolor sea reconocido. Fue muy importante para los Armenios ver reconocido recientemente su genocidio por la comunidad internacional, incluso cincuenta años después. Había que matar al fantasma. Y le apuesto a que millones de armenios se han apaciguado en lo más profundo de su ser. Dicho esto, no se necesitan circunstancias tan dramáticas para que el síndrome de repetición deteriore la existencia. Por ejemplo, entre las muchas personas que han venido a mi consulta porque estaban aquejados de trastornos psicosomáticos inexplicables, hay algunos de ellos que tienen pesadillas repetitivas que hacen que suspendan sistemáticamente sus exámenes y tiren por tierra su vida profesional. Pienso en un joven con el que descubrí que desde finales del siglo XIX, catorce de sus primos habían suspendido el bachillerato. Cercamos el origen de este trastorno y finalmente comprobamos que el bisabuelo de este chico había sido expulsado de su casa la víspera del bachillerato porque se había acostado con la criada y ésta se había quedado embarazada. Pues bien, el biznieto llevaba todavía el peso de esta “falta original” cuidadosamente escondida por toda la familia.

N. C.: ¿Cómo explicar la admiración actual por la terapia transgeneracional?

A. A.-S.: Estamos viviendo un periodo de transformación radical de nuestro entorno y de nuestra manera de pensar, de nuestro ámbito de vida y de su contexto. Como dice Alvin Toffler, es un estrés colectivo, una especie de conmoción futura, que muchas personas viven de manera angustiosa. ¡Actualmente desconocemos tantos datos – entre ellos la supervivencia de nuestra cultura, es decir, la de nuestro planeta! En este caos general, muchos terapeutas se encuentran confrontados a casos difíciles que las teorías clásicas no explican o explican mal. Permitir un enraizamiento de la persona en su propia historia forma parte de las soluciones.

N. C.: En su enfoque transgeneracional, hace referencia a menudo al psicoanalista húngaro Ivan Boszormenyi-Nagy. ¿Qué ha puesto él de relieve?

A. A.-S.: En su práctica, hacía hablar a los clientes sobre su vida. Según él, el objetivo de la intervención terapéutica era restituir una ética de las relaciones transgeneracionales. Su concepto de «lealtad» ha clarificado mucho mi trabajo. De la lealtad de los miembros de un grupo depende la unidad de éste. Esta lealtad incluye tanto los pensamientos como las motivaciones y actos de cada uno de los miembros de ese grupo. De aquí sale otro concepto: el de la justicia familiar. Una justicia mal hecha desemboca en mala fe, en explotación de los miembros de la familia entre ellos, o en enfermedad o accidentes repetitivos. Mientras que de otra forma, hay afecto, consideraciones recíprocas y las cuentas familiares pueden estar al día. Podemos hablar literalmente de un “balance de cuentas” familiares y de un gran “libro de cuentas” de la familia, en el que se verifica si tenemos crédito o débito. Si se arrastran deudas, obligaciones o impagados de generación en generación, podemos encontrarnos con toda clase de problemas…

N. C.: ¿Puede darnos un ejemplo de deuda en las cuentas familiares?

A. A.-S.: La deuda más importante de la lealtad familiar es la de cada hijo hacia sus padres por el amor, afecto, fatiga y consideraciones que ha recibido desde su nacimiento hasta el momento en que se hace adulto. La manera de pagar esta deuda es transgeneracional, es decir que lo que hemos recibido de nuestros padres, se lo damos a nuestros hijos, etc. Pero sucede que hay distorsiones malsanas entre los méritos y las deudas. Tomemos un ejemplo clásico: en determinado número de familias, la hija mayor sustenta el papel de madre de los demás niños y a veces de su propia madre que, en ese caso, se hace ayudar, cuidar y apoyar por su hija. Es lo que se llama parentificación. Un niño que tiene que convertirse en padre siendo muy joven, lleva un desequilibrio relacional significativo. En realidad, es difícil comprender los lazos transgeneracionales, el libro de los méritos y las deudas, porque no hay nada claro. Cada familia tiene su manera de definir la lealtad familiar. Pero el estudio transgeneracional puede aportar otro punto de vista decisivo.

N. C.: En su trabajo hay un enfoque antropológico en el que usted insiste sobre la importancia vital de las “reglas familiares”…

A. A.-S.: Citemos algunas reglas que encontramos a menudo.

Existen familias para cuidadores/cuidados: algunos miembros cuidan a otros que están enfermos. También familias en las que la regla es hacer cualquier cosa para que el hijo estudie – el mayor no será el mayor de los hijos sino el primer hijo. Hay familias en las que se fabrica así un hijo mayor para que se encargue de los negocios familiares. En otras familias, varias generaciones cohabitan sistemáticamente bajo el mismo techo…

Cuando se mira un genosociograma, es importante ver bien qué reglas están en vigor y quien las elabora. Puede ser un abuelo, una abuela, un tío…

Cuando comenzamos a percibir bien esas reglas, podemos intentar ayudar a que la familia alcance un mejor funcionamiento en la relación y a que cada uno de sus miembros tenga un mayor equilibro entre deudas y méritos. No siempre es fácil comprender todo cuando se descifra a una familia…

N. C.: Ud también se ha interesado en el fracaso escolar que según usted sería a menudo de orden transgeneracional.

A. A.-S.: Mi enfoque es a la vez contextual, psicoanalítico, transgeneracional y etológico. Cada una de esas ciencias es importante y sus aportaciones son complementarias. En el caso del fracaso escolar, hay que añadir el aspecto socioeconómico de estas lealtades familiares brillantemente analizadas por Vincent de Gauléjac, que me ha abierto bien los ojos.

Él demuestra hasta que punto es difícil para un buen hijo o para una buena hija sobrepasar el nivel de estudios de su padre; por ejemplo, se pondrá enfermo la víspera del examen o tendrá un accidente cuando va al lugar donde se realiza tal examen. Al hacer esto, responde inconscientemente al mensaje doblemente apremiante de su padre (o de su madre): “Haz como yo, pero sobre todo no hagas como yo!” O bien: “Haré cualquier cosa por ti y quiero que triunfes… pero me da un miedo terrible que me sobrepases y nos dejes”. Ahora bien, esos mensajes y actos fallidos datan, la mayoría de las veces, de generaciones precedentes. Ahí también estamos gobernados por la fidelidad a los ancestros aunque sea inconsciente o invisible.

N. C.: Nuestro destino individual puede estar guiado por la historia de las generaciones anteriores. Lo cual significa que un acontecimiento vivido por un ancestro cincuenta o cien años antes puede orientar las elecciones de vida, determinar las vocaciones, desencadenar una enfermedad e incluso provocar la caída accidental de un biznieto por la escalera. ¿Qué queda entonces del libre albedrío?

A. A.-S.: Todo. Porque se nos ha dado la elección de liberarnos de la repetición para nacer a nuestra propia historia.


Fuente: Revista Nouvelles Clés, 1999