Hay una historia de G. I. Gurdjieff, que dirigía una comunidad espiritual en Francia, que ilustra el valor de tener cerca a personas de energía baja. John Marks Templeton cuenta la historia en su libro Worlwide Laws of Life.
Vivía un anciano que era la personificación de las dificultades: irritable, lioso, se peleaba con todo el mundo y nunca estaba dispuesto a limpiar o a ayudar. Nadie se llevaba bien con él. Por fin, tras muchos meses frustrantes de intentar permanecer en el grupo, el anciano partió hacia París. Gurdjieff le siguió e intentó convencerle de que regresara, pero había sido demasiado duro y el hombre dijo que no. Por último, Gurdjieff ofreció al hombre un estipendio mensual muy alto si volvía a la comunidad. ¿Cómo iba a negarse el hombre?
Cuando el anciano regresó, todos se quedaron asombrados al oír que cobraba (mientras que ellos pagaban una bonita suma para estar allí), y la comunidad cogió las armas. Gurdjieff les convocó a todos a una reunión y, después de oír sus quejas, se echó a reír y explicó: «Este anciano es como la levadura para el pan. Sin él aquí nunca habríais aprendido nada realmente sobre la ira, la irritabilidad, la paciencia y la compasión. Por eso vosotros me pagáis y a él le contraté».
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