He aquí siete recomendaciones para ayudarte a trascender esas arraigadas ideas de vanidad. Todas ellas está destinadas a evitar que te identifiques en una clave falsa con el ego y la vanidad.
No te sientas ofendido. La conducta de los demás no es razón para quedarte inmovilizado. Lo que te ofende solo contribuye a debilitarte. Si buscas ocasiones para sentirte ofendido, las encontrarás cada dos por tres. Es tu ego en plena acción, convenciéndote de que el mundo no debería ser como es. Pero puedes convertirte en degustador de la vida y corresponderte con el Espíritu universal de la Creación. No puedes alcanzar la fuerza de la intención sintiéndote ofendido. Por supuesto, actúa para erradicar los horrores del mundo, que emanan de la identificación masiva con el ego, pero vive en paz. Como nos recuerda A Course in Miracles (Curso de Milagros): “La paz es de Dios; quienes formáis parte de Dios no estáis a gusto salvo en su paz”. Sentirse ofendido crea la misma energía destructiva que te ofendió y que lleva al ataque, al contraataque y a la Guerra.
Libérate de la necesidad de ganar. Al ego le encanta dividirnos entre ganadores y perdedores. Empeñarte en ganar es un método infalible para evitar el contacto consciente con la intención. ¿Por qué? Porque, en última instancia, es imposible ganar todo el tiempo. Siempre habrá alguien más rápido, más joven, más fuerte, más listo y con más suerte que tú, y siempre volverás a sentirte insignificante y despreciable.
Tu no eres tus victorias. Puede que te guste la competencia y que te diviertas en un mundo en el que ganar lo es todo, pero no tienes por qué estar allí con tus pensamientos. No existen perdedores en un mundo en el que todos compartimos la misma fuente de energía. Lo que puedes decir es que en determinado día rendiste a cierto nivel en comparación con el nivel de otras personas ese mismo día. Pero hoy es otro día, y hay que tener en cuenta otros competidores y otras circunstancias. Tú sigues siendo la presencia infinita en un cuerpo que es un día (o una década) mayor. Olvídate de la necesidad de ganar no aceptando que lo opuesto es perder. Ese es el miedo del ego. Si tu cuerpo no rinde para ganar ese día, sencillamente no importa, si no te identificas exclusivamente con tu ego. Adopta el papel de observador, mira y disfrútalo todo sin necesitar ganar un trofeo. Vive en paz, correspóndete con la energía de la intención e, irónicamente, aunque apenas lo notes, en tu vida surgirán más victorias a medida que dejes de ir tras ellas.
Libérate de la necesidad de tener la razón. El ego es fuente de conflictos y disensiones porque te empuja a hacer que los demás se equivoquen. Cuando eres hostil, te has desconectado de la fuerza de la intención. El Espíritu creativo es bondadoso, cariñoso y receptivo, y está libre de ira, resentimiento y amargura. Olvidarse de la necesidad de tener siempre la razón en las discusiones y las relaciones es como decirle al ego: “No soy tu esclavo. Quiero abrazar la bondad y rechazo tu necesidad de tener la razón. Aún más, voy a ofrecerle a esta persona la posibilidad de que se sienta major diciéndole que tiene razón y darle las gracias por haberme encaminado hacia la verdad”.
Cuando te olvidas de la necesidad de tener razón puedes fortalecer la conexión con la fuerza de la intención, pero ten en cuenta que el ego es un combatiente muy resuelto. He visto personas dispuestas a morir antes de dejar de tener la razón. He visto como acaban relaciones maravillosas por la necesidad de ciertas personas de llevar la siempre la razón. Te propongo que te olvides de esta necesidad impulsada por el ego parándote en medio de una discussion para preguntarte: “¿Qué quiero? ¿Ser feliz o tener la razón?” Cuando eliges el modo feliz, cariñoso y espiritual, se fortalece tu conexión con la intención. En última instancia, estos momentos expanden tu nueva conexión con la fuerza de la intención. La Fuente univesversal empezará a colaborar contigo en la creaión de la vida que la intención quiere que lleves.
Libérate de la necesidad de ser superior. La verdadera nobleza no tiene nada que ver con ser mejor que los demás. Se trata de ser mejor de lo que eras antes. Céntrate en tu crecimiento, con constante consciencia de que no hay nadie mejor que nadie en este planeta. Todos emanamos de la misma fuerza vital. Todos tenemos la misión de cumplir la esencia para la que estamos destinados, y tenemos cuanto necesitamos para cumplir ese destino. Nada de esto es posible cuando te consideras superior a los demás. No por viejo es menos cierto este dicho: Todos somos iguales ante los ojos de Dios. Olvídate de la necesidad de sentirte superior al ver a Dios revelándose en todos NO valores a los demás basándote en su aspecto, sus logros, sus posesiones y otros baremos impuestos por el ego. Cuando proyectas sentimientos de superioridad, eso es lo que te devuelven, y te lleva al resentimiento y en última instancia a sentimientos de hostilidad. Estos sentimientos se convierten en el vehículo que te aleja de la intención. A curse in Miracle habla de la necesidad de ser especial y superior: “El sentirse especial siempre establece comparaciones. Se produce por una carencia que se ve en el otro y que se mantiene buscando y no perdiendo de vista la carencia que puede percibir”.
Libérate de la necesidad de tener más. El mantra del ego es más. Por mucho que logres o adquieras, tu ego insistirá en que no es suficiente. Te versa luchando continuamente y eliminarás la posibilidad de alcanzar la meta, pero en realidad ya la has alcanado, y es asunto tuyo decidir cómo utilizar el momento presente de tu vida. Irónicamente, cuando dejas de necesitar más, parece como si te llegara más de lo que deseas. Como estás desapegado de esa necesidad, te resulta más fácil trasmitírselo a los demás, porque te das cuenta de lo poco que necesitas para sentirte satisfecho y en paz.
La Fuente universal está satisfecha de sí misma, en continua expansion y creando nueva vida, sin intentar jamás aferrarse a sus creaciones por sus recursos egoístas. Crea y se desliga. Cuando te desligas de la necesidad del ego de tener más, te unificas con la fuente. Creas, atraes lo que deseas hacia ti y te desligas, sin exigir que se te presente nada más. Si valoras todo lo que surge, aprendes la gran lección que nos dio San Francisco de Asís: “… es dar cuando recibimos”. Al permitir que la abundancia fluya hasta ti y a través de ti, estableces correspondencia con la Fuente y aseguras que esa energía siga fluyendo.
Libérate de la necesidad de identificarte con tus logros. Puede resultar un concepto difícil si piensas que tú y tus logros sois lo mismo. Dios escribe toda la música, Dios canta todas las canciones, Dios construye todos los edificios, Dios es la fuente de todos tus logros. Y ya oigo las protestas de tu ego, pero sigue sintonizando con esta idea. Todo emana de la Fuente. Tú y tu Fuente sois uno y el mismo! No eres ese cuerpo y sus logros. Eres el observador. Fíjate en todo y agradece las capacidades que te han sido concedidas, la motivación para lograr cosas y las cosas que has acumulado, pero atribúyele todo el mérito a la fuerza de la intención que te dio la existencia y de la que formas parte materializada. Cuanto menos necesites atribuirte el mérito de tus logros más conectado estarás con las siete caras de la intención, más libre serás de conseguir cosas, que te surgirán con más frecuencia. Cuando te apegas a esos logros y crees que lo estás consiguiendo tu solo es cuando abandonas la paz y la gratitud de tu Fuente.
Libérate de tu fama. La fama que tienes no está localizada en ti, sino en la mente de los demás y, por consiguiente, no ejerces ningún control sobre ellas. Si hablas con treinta personas, tendrás treinta famas distintas. Conectarse a la intención significa escuchar los dictados de tu corazón y actuar basándote en lo que tu voz interior te dice que es tu meta aquí. Si te preocupas demasiado por cómo te van a percibir los demás, te habrás desconectado de la intención y permitido que te guíen las opiniones de los demás. Así funciona el ego. Es una ilusión que se alza entre ti y la fuerza de la intención. No hay nada que no puedas hacer a menos que te desconectes de la fuerza y te convenzas de que tu meta consiste en demostrarles a los demás tu superioridad y autoridad y dediques tu energía a intentar ganar una fama extraordinaria entre el ego de los demás. Haz lo que haces según la orientación de tu voz interior, siempre conectada con tu fuente y agradecida de ella. Mantén tu propósito, deslígate de los resultados y acepta la responsabilidad de lo que reside en ti: tu carácter. Deja que otros discutan sobre tu fama; no tiene nada que ver contigo. O como dice el título de un libro: Lo que pienses de mí no es asunto mío.
Este es el ultimo de los tres grandes obstáculos para conectarte a la intención: tus pensamientos, tu energía y tu vanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario