jueves, 17 de mayo de 2012

Reflexión...


Las siguientes palabras están inscritas en la tumba de un obispo (1100 D.C.) en la cripta de la abadía de Westminster.
Cuando yo era joven y libre y mi imaginación no conocía límites, soñaba con cambiar el mundo. A medida que me fui haciendo mayor y más prudente, descubrí que el mundo no cambiaría, de modo que acorté un poco la visión y decidí cambiar solamente mi país. Pero eso también parecía inamovible.
Al llegar a mi madurez, en un último y desesperado intento, decidí avenirme a cambiar solamente a mi familia, a los seres que tenía más próximos, pero ¡ay!, tampoco ellos quisieron saber nada del asunto. Y ahora que me encuentro en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta:
“Sólo con que hubiera empezado por cambiar yo mismo”, con mi solo ejemplo habría cambiado a mi familia. Y entonces, movido por la inspiración y el estímulo que ellos me ofrecían, habría sido capaz de mejorar mi país y quién sabe si incluso no hubiera podido cambiar el mundo.

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