Pintura:
Jean Pierre Gack
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Si lo encuentran culpable lo condenan a
muerte. Lo increíble es que la condena significa hacerle una marca con
tinta en el hombro. Es una marca rara, que en la tribu es el símbolo de la
muerte.
A partir de ese día el condenado es alojado en
una carpa a unos diez metros de los otros, nada más. Nadie lo toca, nadie le
hace nada; si quiere comer, come; si quiere beber, bebe; nadie le dirige la
palabra, nadie habla con él, está muerto.
Dos meses después de la condena, el reo muere,
muere sin que nadie lo haya tocado. Y no muere porque le pase algo en especial,
ni porque la marca sea venenosa, muere sólo porque cree que se tiene que morir.
En esa cultura el condenado está convencido de
que se va a morir y, por supuesto, se muere, literalmente, se muere.
Jorge Bucay
De su libro: “El Camino de las lágrimas”
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