lunes, 7 de mayo de 2012

La Doctrina de los Diez Estados - Budismo


Uno de los temas principales expuestos en el budismo es el del estado de vida interior del ser humano. El propósito de la práctica budista es el fortalecimiento espiritual de la persona, para que esta pueda resistir a las circunstancias más negativas y difíciles y transformarlas en algo positivo.

Tras estudiar el Sutra del loto, el gran maestro T'ien-t'ai de la China (538-597) estableció la doctrina de los diez estados –también denominados diez mundos o diez reinos—, la cual consiste en un sistema de clasificación de la experiencia humana en diez categorías.

Los diez estados son, desde el más bajo hasta el más elevado: 1) el estado de infierno, 2) el de las entidades hambrientas, 3) el de los animales, 4) el de los asuras, 5) el de los seres humanos, 6) el de los seres celestiales, 7) el de los que escuchan la voz, 8) el de los que toman conciencia de la causa, 9) el de los bodhisattvas y 10) el de los budas.

Los diez estados también son conocidos como: infierno, hambre, animalidad, ira, tranquilidad o humanidad, éxtasis, aprendizaje, comprensión intuitiva, bodhisattva y budeidad.

En las antiguas escrituras budistas, los diez estados fueron, originalmente, considerados lugares físicos distintos, cada uno con sus habitantes distintos; sin embargo, el Sutra del loto enseña que cada uno de los estados contiene a los diez en sí mismo, lo cual permite interpretarlos como condiciones de vida cuyo potencial existe en forma inherente en cada individuo.

Nichiren desarrolló la doctrina de los diez estados de T'ien-t'ai poniendo énfasis en la naturaleza subjetiva de la condición humana. Nichiren expresa dicha perspectiva en las siguientes palabras: "Con respecto a la pregunta de en dónde quedan, exactamente, el Infierno y el Buda, un sutra afirma que el Infierno existe bajo tierra, y otro sutra sostiene que el Buda se halla en el Oeste. Pero un examen más cuidadoso revela que ambos existen en nuestro cuerpo de un metro setenta de altura. Y pienso que es así, porque el Infierno se encuentra en nosotros, en el corazón del hombre…".

El estado de vida del infierno es una condición de extremo sufrimiento mental y físico, caracterizado por un furioso impulso de autodestrucción; el de las entidades hambrientas, por la insatisfacción y el dominio de los apegos; el de los animales, por el miedo al fuerte y el abuso del débil; el de los asuras, por el deseo de ostentar superioridad o dominar a otros, pretendiendo benignidad y sabiduría. Estas condiciones son denominas los Cuatro Malos Caminos debido a que son estados de sufrimiento que el ser humano debe sobrellevar a causa de su karma adverso.

En adición, el estado de los seres humanos es una condición caracterizada por la tranquilidad, la calma, el raciocinio y el juicio; sin embargo, se trata de un estado que se deja influenciar por las condiciones negativas de los estados más bajos. Asimismo, el estado de los seres celestiales, caracterizado por la satisfacción y la alegría de haberse librado del sufrimiento. Estas condiciones son agrupadas con los anteriores estados y son denominadas los Seis Caminos o los Seis Caminos de la existencia, por el hecho de que son mundos en los cuales transmigran los seres no iluminados. Las entidades de este grupo de estados son afectadas por cuestiones externas y carecen de autonomía y libertad.

Luego, se encuentran los Cuatro Estados Nobles, los más elevados de los diez estados de la vida, conformados por el estado de los que escuchan la voz, el de los que toman conciencia de la causa, el de los que toman conciencia de la causa, el de los bodhisattvas y el de los budas. Son cuatro estados en los cuales la persona se esfuerza por establecer su independencia y trascender la incertidumbre de los seis caminos, o seis estados más bajos, controlados por los deseos mundanos y gobernados por un entorno sujeto al cambio incesante. Y, a la vez, el sujeto actúa con integridad y misericordia, y disfruta de libertad.

Las personas del estado de aprendizaje aspiran lograr la iluminación. Las del estado de comprensión intuitiva se caracterizan por su capacidad de comprender la verdadera naturaleza de todos los fenómenos. Estas condiciones son denominadas también los Dos Vehículos, los cuales se refieren a las enseñanzas expuestas para los que escuchan la voz y para los que toman conciencia de la causa. Los sujetos de estos dos estados son fácilmente absorbidos por su propio mundo, y caen en el egoísmo o la autocomplacencia.

El sujeto del estado de bodhisattva se caracteriza por aspirar a lograr la budeidad y realizar prácticas altruistas para alcanzar esta meta. Asimismo, se destaca por su amor compasivo, y la decisión de posponer su propio ingreso en el nirvana para guiar a otros a la iluminación.

El estado de budeidad es también conocido como el estado de iluminación, y consiste en el supremo estado de vida que postula el budismo; se caracteriza por la sabiduría y el amor compasivo sin límites. En esta condición, el ser humano toma conciencia de la verdad eterna y fundamental que constituye la realidad de todas las cosas, por lo que el logro de dicho estado es la meta de la práctica budista. El potencial de despertar a la sabiduría de la budeidad existe de manera paralela con el estado de infierno, hambre o animalidad. La budeidad, así como los demás estados, no está separada de los otros nueve reinos. Si, por ejemplo, la ira es motivada por la compasión de la budeidad o del bodhisattva, esta se convierte en una fuerza para combatir la injusticia y cambiar la sociedad.

La entonación del Nam-myoho-renge-kyo, que se efectúa como parte de la práctica budista expuesta por Nichiren, permite a las personas hacer que surja en ellas el estado de vida de la budeidad que les permite crear valor duradero en el curso de su transición por los diez estados.

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