Cuando nos encontramos ante una situación de angustia nos amarramos a ella sin saberlo. En vez de agarrar la dificultad por los cachos y asumir que debemos controlarla y quitarle el poder que en ese momento está generando en nosotros.
Es común encontrarnos desesperados y preocupados más de la cuenta cuando realmente debemos estar más concentrados analizando estratégicas para derrotar lo que nos está ocasionando los dolores de cabeza en el menor tiempo posible.
Al final de cuentas estamos tan absortos y distraídos que nos estancamos y no logramos ver la salida del problema.
Agrandamos los acontecimientos, los convertimos en monstruos que nos quitan el sueño, el hambre, la paz y nos mantienen en un estado de zozobra permanente. Lo que ignoramos es que este estado nos provoca incendios que queman nuestro ánimo y debilitan los rincones más recónditos del alma.
Nos encontramos enfrentando una tormenta en un vaso de agua y nuestro estado de ánimo parece trapeador viejo, deshilachado y sucio.
¿Qué es lo que sucede?
En dos palabras, nos estresamos.
Por ver las cosas fuera de proporción se nos debilita la confianza y la estima. Vemos monstruos que no existen y rivales donde no los hay. Es como tener un espíritu hipocondríaco el cual ve en un simple resfriado una enfermedad terminal. Es entonces, cuando ese cáncer carcome muchos espacios de nuestras vidas, el trabajo, el hogar, la escuela, el matrimonio, los hijos… Todo nuestro entorno, o por lo menos los que más nos afectan.
Si persistimos en ese comportamiento muy pronto nos encontraremos tocando fondo.
Lo primero a hacer es dejar de estar agrandando y dándole formas desproporcionadas a las cosas que nos acontecen. Esto sólo nos lleva a ser mucho más celosos, inseguros, asustadizos y muy, pero muy amargados. Estaremos viendo la vida como una fuente constante de aflicciones, cargadas de ideas pesimistas y nos podemos imbuir en un pozo sin fondo de malos presentimientos, supersticiones, angustias injustificadas… Y pare de contar.
Pero entonces: Qué hacer para no ahogarse?
La actitud ante los acontecimientos hace la diferencia, la valentía, la mirada positiva del asunto, ser optimistas de cara al futuro son actitudes que pueden contribuir a enfrentar y mejorar los problemas.
Si estás atravesando por una tribulación que te ha hecho perder la serenidad, el antídoto por excelencia es tener la certeza de que tus angustias se desvanecerán muy pronto. Las tinieblas internas creadas desaparecerán ante los rayos solares que emiten una mente positiva.
Comienza a realizar una limpieza de tu mente y corazón, saca toda la basura que encuentren en ellos. Deshazte de aquello que te produce malas energías y vibraciones, decídete a encarar tu vida con dignidad, amor, paciencia y mucha carga de compresión.
Muchos pacientes de cáncer lo hacen. Enfrentan su enfermedad con firmeza; y les va tan bien que incluso logran derrotar a la quimioterapia y se sobreponen a este penoso estado de salud. Todo lo que vivimos es una ilusión que creamos con nuestras historias personales, lo bueno es que podemos cambiar las historias y por ende la ilusión que vivimos. Así que a realizar limpieza profunda de todos esos armarios mentales que no tocamos en años, a vaciar cajones, limpiar ventanas y permitirnos llenarnos de luz Divina que nos guíe en el camino a la sanación. Si no logras enfocarte, respira profundo, invoca a Dios, al Universo… Que abran tus armarios mentales que te lleven al fondo de lo que te causa tanto disturbio y al final encontrarás la nitidez necesaria para enfocar la solución.
Tenemos particulares formas de ver las cosas; sin embargo, casi siempre somos fatalistas y nos arropa el concepto de que nada es seguro. La verdad es que las cosas son imprevisibles y por eso, cuando nos ocurre algo, no estamos preparados para asumirlo. Es ahí donde conviene tener una gota de serenidad. Recuerda que la vida es eso, enfrentarnos a lo que se nos presente a diario y salir victoriosos de ello. Sin expectativas pero abiertos a vivirlo y solucionarlo.
Recuerda somos seres espirituales en una bella aventura terrenal, no necesitamos prepararnos para ser espíritus, ya lo somos. Precisamente nos decidimos a venir a experimentar a ser hombres y mujeres en cuerpo y alma esta mágica aventura llamada vida, así que ánimo, todos estamos en el mismo proceso, no estás sólo!!!
Abrazos de amor y paz. Tammy
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