lunes, 9 de diciembre de 2013

Dejad las preocupaciones en el umbral de la puerta

"Los musulmanes, antes de entrar en una mezquita, se descalzan y dejan los zapatos en la puerta. Pues bien, esto es lo que debéis hacer con vuestras preocupaciones, a fin de poder entrar en el silencio: dejarlas fuera momentáneamente. Luego las recogeréis al salir, si creéis que debéis hacerlo, ¿por qué no? Hay personas que dan la impresión de no poder vivir sin inquietud: si no se atormentan, si no sufren, la existencia para ellas les resulta insoportable... Que no se preocupen porque los problemas y las penas nunca les faltarán. Pero de vez en cuando, ¡Dios mío, bien podrían olvidarlas!

Los humanos están tan acostumbrados a atormentarse, que cuando se les brinda la posibilidad de poder vivir durante algunos días en la paz, lo encuentran anormal. Para ellos, la vida debe estar hecha de preocupaciones, contrariedades y malentendidos. He ahí la prueba: frente a los conflictos y las tragedias, todos dicen: “¡Que le vamos a hacer, es la vida!” Pues bien, precisamente esto no es la vida, tan sólo es un grado inferior de la vida. No es la verdadera vida. La auténtica vida, la desconocemos. No la conocemos porque aún no hemos comprendido que hay una labor que debemos realizar para saborear su belleza, su pureza y su luz.

Es útil retirarse de vez en cuando durante unos días, con el fin de evadirse de las preocupaciones, de las contrariedades. Diréis: “Pero si buscamos la forma de evadir los problemas, no los resolveremos jamás!” ¡Ah! Ahí es precisamente donde os equivocáis. Permaneciendo obsesionados con vuestros problemas, no los resolveréis; al contrario, lo más probable es que los mantengáis. Y si no llegáis a resolverlos, es porque en lugar de olvidarlos de vez en cuando, los encontráis tan maravillosos, que os pasáis todo el día “acariciándolos, mimándolos y besándolos”, de esta forma crecen, se alimentan de vuestra substancia, al tiempo que vosotros os debilitáis.

Cuando uno se atormenta, se intoxica, la sangre se llena de impurezas, y para que el organismo pueda eliminarlas, hay que dar un poco de respiro a las células; si son constantemente acosadas, no tienen tiempo de librarse de los venenos. Pues siendo así, ¿cuando os decidiréis a desembarazaros, por un momento, de vuestros problemas para dar a los obreros del Cielo, a los amigos que están allí, la posibilidad de recomponer, reajustar y equilibrar las cosas?

Desde ahora, tratad de aprovechar los momentos de silencio como una ocasión para dejar tranquilos a vuestros sentimientos y pensamientos. Es evidente que siempre hay en nosotros obreros que hacen su labor de organización, de armonización, pero si no conseguimos calmarnos, apaciguarnos, si no logramos entrar en el silencio, los perturbamos. El silencio debe ser, ante todo, un reposo, un respiro; es decir, la supresión de todas las malas condiciones que se oponen a la labor que realizan los obreros celestiales en nosotros.

Dejad pues vuestros problemas a un lado, en cualquier rincón, olvidadlos y, poco después, gracias a vuestra labor interior, recibiréis una luz que os permitirá encontrar la solución. Se dice a menudo, que la noche es buena consejera Y así es, porque durante el sueño nos olvidamos de todo, y se hace una labor en el subconsciente que permite ver más claro y encontrar soluciones. Entonces ¿acaso no podéis hacer lo mismo, conscientemente, por lo menos durante una hora? Sí, al menos durante una hora, dejad vuestras preocupaciones en la puerta como si fueran vuestros zapatos, y entrad en vuestro santuario interior."

Extracto del libro de Omraam Mikhaël Aïvanhov  "La vía del silencio"

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