jueves, 26 de julio de 2012

Tantra La Sexualidad Sagrada


Todo es sagrado en el Universo, pues todo es Dios. Todo lo que nos rodea es sagrado, aunque hayamos aprendido a vivirlo de una manera profana. La civilización actual, “el triunfo” del dios masculino materialista, nos ha llevado a una situación lógica: la visión materialista (o llamémosle mejor, “visión restringida”) pretende que el mundo es sólo una parte de lo que es, únicamente lo que el hemisferio izquierdo puede tocar, ver o creer que razona. Para mantenerse en esta ilusión, esta visión del mundo no tiene más remedio que negarse a considerar cualquier cosa que ponga en peligro su convencimiento del mismo. Se ve obligada una y otra vez a afirmar la negación del resto de la realidad, convirtiéndonos en una especie de zombis, seres que tienen delante de sus ojos toda la grandeza y la magia del Universo y eligen, sin embargo, conformarse con vivir en una especie de letargo, donde nada es asombroso, donde cualquier referencia a lo sagrado que nos rodea, no hace sino despertar una mueca de sonrisa prepotente y escéptica.

Es necesario recuperar el carácter sagrado de las cosas, de la naturaleza, de los animales, de las plantas, de la tierra, del viento, del agua, del fuego, de la vida, de nosotros mismos. La capacidad de asombro y de veneración de las culturas indígenas, de los indios americanos, que sin embargo nuestro mundo ha considerado como tan primitivos. Despertar de nuestro sueño y de nuestro miedo a querer plantearnos cualquier cosa que no sea la prisión de la vida diaria, de nuestras “obligaciones”. Dejar de “enchufarnos” a la televisión, para perpetuar así nuestro amodorramiento y poder continuar al día siguiente en un mundo que no entendemos, pero que desde nuestra tonta prepotencia pretendemos como completamente explicado.

La sexualidad, aunque nos hayan contado otra cosa, es una energía sagrada. Nuestra visión no sagrada del mundo, nos hace vivirla de forma ligera, vulgar. No hay más que ver cualquier programa de televisión o cualquier revista. Todo es superficial. El sexo es vendible, la mujer es un objeto de deseo vendible. Todo es vacío de significado. Todo es anodinamente “divertido”. Las relaciones sexuales no son sino encuentros efímeros, donde nada más allá que un momento de placer, existe. Debajo de todo eso hay sin embargo un gran dolor. El dolor de no encontrar significado a la vida. El dolor de saber que somos mucho más que eso y que nos negamos a reconocerlo. Por eso cada vez los jóvenes están más “enganchados” al tabaco y a los “porros”. El dolor requiere anestesia.

La sexualidad es un regalo de Dios. No es sólo para reproducirse, como la religión, desde la culpabilidad del pecado, nos quiso hacer creer, y tampoco es para “pasar el rato”, como el que se toma una caña, se hecha unas risas con los amigos y pasa una noche divertida. La sexualidad es la energía divina de unión entre lo femenino y lo masculino, es la dicha del Universo llevada al plano material, a la Tierra. Decía Jesucristo, en el Evangelio de los Esenios: “al Cielo no se puede llegar sino es a través de la Tierra”, y “al final del tiempo, la Tierra será como el Cielo”. Es curioso que, sin embargo, no hablase una palabra sobre sexualidad o sobre las relaciones hombre-mujer. ¿Nos lo podemos creer?; ¡cuando él en esos mismos evangelios hablaba de la “Madre Tierra”!

La sexualidad es un “imán”. Es una jugada maestra del Universo. Encarnamos en cuerpos aparentemente separados, en egos separados, en esa notoria dualidad hombre-mujer; pero sin embargo hay una poderosa fuerza que nos lleva una y otra vez a tratar de unirnos. ¿Qué sentido tiene?. Alguien se cree que la naturaleza tendría algún problema en crear directamente seres andróginos. ¿Para qué todo este juego?.
Los videntes tántricos de la antigüedad lo tuvieron muy claro: venimos aquí para realizar a Dios (para hacer realidad a Dios), para traer a Dios a la materia, para unir el Cielo y la Tierra, para reproducir la danza universal de Siva y Shakti, masculino y femenino, aquí en la Tierra, para “unir en la Tierra lo que ya está unido en el Cielo”.

Más allá de la promiscuidad, es la magia de la sexualidad, el sexo como algo sagrado, lo que nos lleva a dar el verdadero valor a nuestras relaciones, más allá de la forma normal en que las practicamos, donde, desde una visión profana, cualquier encuentro sexual entre un hombre y una mujer, no pasa de buscar una experiencia de placer y gratificación. Cuando un hombre y una mujer se unen sexualmente (algo que también podríamos generalizar a las relaciones homosexuales…) se produce algo que va mucho más allá que esa simple “experiencia de placer” a la que estamos acostumbrados. Esa experiencia de placer, no es sino el sabor, el aroma, de algo que se produce a nivel espiritual, y por supuesto a nivel energético. Cuando una pareja se une en el acto sexual, todas sus células vibran, afectando a su cuerpo energético en su totalidad. El Universo entero se une. Cuando una pareja llega a ese estado de éxtasis que se produce cuando la energía se eleva al corazón y te haces uno con el otro ser que tienes delante, todo el Universo recoge ese éxtasis. Lo femenino y lo masculino, yin, yang, se han unido, se han fusionado aquí en la Tierra y todo el Universo lo celebra. La sexualidad te lleva a ese trance místico que algunos santos han experimentado. No es distinto de lo que describía Santa Teresa de Jesús, ni San Juan de la Cruz, por poner ejemplos cristianos occidentales. Ellos cuando hablaban de sus experiencias de fusión con Dios, estaban hablando de experiencias realmente tántricas. No es de extrañar que tuviesen problemas con el estamento eclesiástico de la época…

Cada orgasmo extático que una mujer tiene, y que sólo una mujer puede tener, es un canto a la Diosa encarnada, un canto a Shakti, a la Tierra, a la manifestación femenina del Espíritu, Dios-Padre-Madre. Y en cada orgasmo extático de la diosa en el que el hombre está “presente”, desde el corazón, dejando a un lado su mente, su compulsividad de descarga  y sus infantiles deseos, es una encarnación del poder masculino del Espíritu en la Tierra. Siva ha vuelto a venerar a Shakti. Dios reconoce y se rinde homenaje a sí mismo, reproduciendo la danza cósmica de la creación, de Siva y Shakti, de Dios-Padre-Madre, Cielo-Tierra. Ahí se unen los opuestos y se cierra el círculo de la creación. Lo que es en el Cielo, se ha manifestado en la Tierra, en la materia.

La sexualidad humana es un gran poder de sanación, de transmutación y de expansión de la conciencia. Tenemos, sin embargo, que cambiar bastantes creencias y soltar muchos miedos, rencores y neurosis, para que este poder se manifieste.

El Tantra es simplemente un camino, una vía del yoga, que recogió, de forma magistral, todo el conocimiento de la verdadera naturaleza humana, de su sexualidad  y de las relaciones femenino-masculino. El Tantra recoge leyes universales que describen algo que está en nosotros, algo que nos pertenece por derecho propio y pone a nuestra disposición las técnicas para acceder a esa verdadera naturaleza.

Tenemos que sacralizar la vida, dar el verdadero valor a todo lo que hacemos y somos, dejar de vivir desde el dipolo culpabilidad-miedo, permitir que lo que realmente somos florezca, llevar la plenitud y la paz a nuestro interior, para proyectarla entonces sobre el mundo. Cuando lo femenino y lo masculino se hayan unido, habrá paz en el mundo, habrá una nueva Tierra.

Publicado por Jesús Gómez (Keshavananda) en la revista "Espacio Humano", Julio-2004.

1 comentario:

  1. hola me gusta tu pagina, ando buscando una imagen parecida a la que muestran en esta pagina, pero la imagen muestra una pareja y el hombre sostiene a la mujer por la entrepierna, mucho le agradecere me indiquen donde poder descargarla por favor. gracias.

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