viernes, 13 de julio de 2012

Causa y Efecto


Quien quiera pensar que un “dios malo”, “los demás” o simplemente la “casualidad” ocasionan las cosas que suceden, encuentra en el mundo muchas ofertas espirituales. Las enseñanzas del Buda no están entre ellas. El Budismo comienza con la responsabilidad propia, pues aquí aprende uno a ver sus experiencias como consecuencia de sus acciones anteriores, sin buscar otro “culpable” de ellas, y empieza a sembrar conscientemente las causas de la felicidad. De esta forma influye uno en los resultados y no permanece eternamente como un niño, dependiente y entregado a las circunstancias.

El que quiere vivir seguro a largo plazo, sobre una base sólida, necesita sólo observar la ley de causa y efecto. Las impresiones que fueron plantadas en el subconsciente, por medio de nuestras acciones a nivel de cuerpo, habla y mente, madurarán en su momento. Las condiciones externas e internas se unirán y decidirán nuestro futuro, influenciando el mundo externo. Inclusive cuando diferentes eventos tales como el clima o la economía están determinados por numerosas condiciones y por lo tanto son difíciles de comprender,  aún así expresan diferentes capas que maduran a partir de la causa y el efecto.

Esto cambia también la apreciación del sufrimiento del mundo, y uno puede explicarse mucho de lo que le parecería injusto si pensara que sólo hay una vida, pues hasta que se reconozca y use la ley de causa y efecto, los actos de vidas pasadas determinan considerablemente las condiciones en cada nueva vida. Después de la muerte, cuando se suspenden las percepciones de los sentidos, se manifiestan las impresiones acumuladas en la vida. Éstas son definitivas para cuatro resultados que se producen a partir de ellas. En primer lugar, las impresiones determinan la clase de experiencia uno tiene entre un cuerpo y el próximo. En segundo lugar, producen la conexión con los padres futuros, que determina la herencia genética y la orientación en la próxima vida. En tercer lugar, deciden las circunstancias del país o la procedencia social.  Finalmente, moldean la actitud con la que uno se relacionará con el mundo y los otros seres humanos. Esto conduce a su vez a acciones provechosas o dañinas en vidas futuras.

Para evitar la propia infelicidad, el Buda aconseja evitar las diez acciones dañinas: matar, robar, romper relaciones que funcionan o dañar sexualmente a otros, mentir, calumniar, hablar en forma brusca e hiriente, chismear y evitar a toda costa la codicia, el odio y  las visiones erróneas. Estos no son mandamientos. Cada uno es libre de decidir si quiere guiar su vida según dichas recomendaciones o no.

Fragmentos de Las Cosas como son, Lama Ole Nydahl

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