Todas las relaciones que entablamos (familiares, sentimentales, laborales) son kármicas y por eso nos proporcionan la oportunidad de aprender y superarnos. Formamos parte de una gran red, intrincada, pero absolutamente armónica, en la que estamos conectados con muchas almas (amigos, parientes, amantes, conocidos circunstanciales...).
Nada es casual en la trama de esa red y deberíamos ser conscientes todo el tiempo de que, por insignificante que parezca el encuentro con otra persona, "todo encuentro es un reencuentro", por lo que es necesario prestar mucha atención a los vínculos que establecemos.
Si tomamos conciencia de lo mucho que significan en nuestra vida, cada relación se convertirá en un momento de aprendizaje, un llamado a evolucionar y perfeccionarnos.
La historia de cada uno es su karma y esa historia nos ayuda a entender por qué nos sentimos atraídos hacia ciertas personas y por qué rechazamos a otros.
Si tenemos una relación sin problema alguno, ¿que vamos a aprender?
Por eso, muchas veces, las parejas tienen que enfrentar varias situaciones complicadas para aprender, para conocer y para salir adelante en el proceso de evolución.
Una vez que se ha comprendido y aprendido la lección, se disuelve ese karma y no hay que volver a encarnar para pagar esa deuda.
Los ciclos se inician y continúan en muchas vidas. El karma es la Ley Universal de Causa y Efecto. Lo llevamos de reencarnación en reencarnación.
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