El maestro le dice al discípulo: "Ve a pasearte por el cementerio e insulta a los muertos; escucha bien lo que te responsan y luego ven a darme un informe". El joven hombre, obedeciendo, va al cementerio y comienza a caminar entre las tumbas profiriendo horrores. Nunca los muertos de un cementerio habían escuchado algo parecido. Pronto, habiéndosele acabado la inspiración, se detiene para escuchar la respuesta: Nada. De regreso donde su maestro, tuvo que confesar que sus insultos no habían provocado ningún efecto, los muertos no habían reaccionado. "Ah, dice el Maestro, quizás pensaron que tus insultos no merecían respuesta. Vas a volver al cementerio, pero esta vez deberás elogiarlos. Seguramente te responderán". El hombre regresa al cementerio, cambia de tono y les pronuncia a los muertos los discursos más alabadores. Pero de nuevo: Nada, silencio…
Verdaderamente muy desilusionado, y sintiéndose culpable de no haber sido lo suficientemente elocuente, el joven hombre regresa donde su maestro: "Con eso, tampoco reaccionaron", dice.
El Maestro lo mira sonriendo y le responde: "Bien, aprende que debes actuar como ellos: si te critican o si te alaban, no debe afectarte, no respondas".
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